Migrantes africanos en Buenos Aires de Puntarenas
Agosto 2016
Por: Alexandra Ivanova
“Nos llaman “vagos” y salvajes”, pero nada nos cae del cielo. Sé que arriesgamos nuestras vidas, pero lo tenemos que hacer por el futuro de nuestros hijos”, así expresó una mujer que se presentó como Widlinne, limpiando la cara de su hijo de dos años de edad y quien desde hace varios días presentaba los síntomas de una infección respiratoria.
Esta joven, es una de 82 migrantes africanos que desde el mes de junio del 2016 permanecen en el albergue, establecido en la propiedad del Instituto Costarricense de Electricidad y bajo coordinación del Patronato Nacional de la Infancia, la Migración y la Fuerza Pública en Buenos Aires de Puntarenas.
Sin identificación
Según explicó a la Revista Pasacalles, uno de los administradores del albergue, Ronald Barrantes Mora, funcionario del PANI, este centro se habilitó para atender a grupos familiares con menores de edad y mujeres embarazadas, mientras que esperen que su situación migratoria se solucione.
No obstante, afirmó que es un proceso sumamente difícil, ya que ninguno de ellos cuenta con documentos que los identifiquen.
“La mayoría de ellos hablan francés y aseguran que vienen de Congo, aunque es posible que también haya haitianos. No sabemos nada de ellos, excepto los nombres que nos dicen. Pero es una población muy tranquila pues no se han presentado conflictos dentro del albergue ni tampoco recibimos quejas de los vecinos”, dijo el funcionario.
Barrantes, añadió que los grupos de los migrantes van rotando y se espera la llegada de 14 personas más.
“Lo que indican es que van a los Estados Unidos y se molestan mucho por los atrasos que le les presentan en nuestro país. Antes que todo, los recibe la Migración y toma los datos de ellos. Las familias que cuentan con menores de edad, llegan a este albergue” , indicó don Ronald.
Por su parte, los oficiales de Migración manifestaron que a los migrantes se les otorga un documento que autorice su paso hasta la frontera norte, pero la posibilidad de continuar el paso por Centroamérica dependerá de las autoridades del país vecino.
Entre riesgo y esperanza
Valorar la vida y agradecer a Dios por cada día que se vive en paz. Para Widlinne, su esposo y dos hijos, no solo son las palabras pues la desesperación que reina en su tierra natal fue el motivo de su travesía.
“Hay tantas personas que piensan que somos animales o que estamos aquí sólo porque queremos. ¿Pero si saben qué significa vivir en un lugar donde no hay futuro, donde la guerra no para y unos matan a otros? Llegamos de Congo a Brasil y ahí caminamos por la selva unos 4 días. ¡Sí, es un riesgo! Hay animales peligrosos y serpientes venenosas, de todo hay. Los que nos juzgan, deberían de ponerse en nuestros zapatos”, expresó la joven.
La migrante, dijo que en su país trabajó como cocinera, mientras que su esposo es mecánico y añadió que esperan llegar a los Estados Unidos para encontrar trabajo.
“Sí, es un riesgo. Hemos sufrido mucho en la vida, pero a pesar de todo, siempre creo en Dios y sé que nos acompaña”, sonríe Widlinne, mientras que su mirada queda seria.
La gran parte de los migrantes no hablan el idioma español, pero logran expresar sus necesidades, cuando necesitan salir o acudir a los servicios médicos.
Convivencia
Hace más de un mes, un grupo de vecinos expresaron su molestia ante el Concejo Municipal de Buenos Aires, exigiendo la reubicación de los migrantes, debido a la supuesta falta de aseo, sin embargo, Ronald Barrantes aseveró que los habitantes del albergue mantienen la limpieza en el lugar y recogen basura todos los días.
“Ellos mismos lavan su ropa y recogen los desechos, por lo que no tenemos problemas en este aspecto”, dijo el administrador.
Tanto niños y jóvenes como adultos, pasan mucho tiempo jugando en la cancha de fútbol, en la espera de que sus trámites continúen.
Con respecto a la alimentación, Barrantes indicó que se cuenta con una cocinera que prepara la comida para toda la población migrante y destacó que en el albergue se ha establecido un horario para comer.
Por su lado, la cocinera, doña Marielos Aguilar y su ayudante, Olga Abarca, contaron a la Revista Pasacalles que la carne en salsa, verduras, pollo y sardinas al estilo africano son las comidas básicas que se preparan en el centro de atención.
“Les preguntábamos como se preparan las comidas, para tener un balance entre los productos con que trabajamos aquí y la dieta de ellos. También, les gusta un refresco que se prepara de plátano con zanahoria, leche y azúcar”, comentó doña Marielos.
Acompañados de peligro
De acuerdo con don Ronald, algunos grupos de los migrantes ya lograron ingresar a los Estados Unidos y a veces mandan mensajes telefónicos a las cocineras. No obstante, el peligro siempre les acompaña en su travesía y no todos logran llegar a su meta.
“El Gobierno de Nicaragua no les deja pasar, por lo que buscan otras formas de cruzar la frontera y acuden a los métodos ilegales. Hace poco tiempo recibimos una triste noticia de que entre los ocho migrantes que fallecieron en un naufragio en Nicaragua, hubo dos personas que estuvieron aquí”, dijo Barrantes.
Cabe recordar que más de 600 migrantes africanos y haitianos han llegado a Costa Rica en abril de este año y una gran parte de ellos están esperando poder cruzar la frontera de Nicaragua, para continuar su camino hacia los Estados Unidos.