Prof. Edgar Navarro Fallas
Educador
En la década de los sesenta y setenta, las navidades que hoy vemos ni se parecen a las que en esa época se celebraban. En el momento que se acercaba la navidad, ya había preparativos para celebrarla. No podía faltar el portal, los tamales, el tamal asado, los bizcochos, el café bien endulzado con la tapa de dulce, no se conocía el azúcar, se servía en un jarro de losa.
Desde que entraba la navidad ya se conocía donde se iniciaban y terminaban los rosarios, todo esta calculado y como no se contaba con tanto para distraerse, ese era el momento de dejar el estrés de las cogidas de café, la riega de frijoles. Se preparaba solo para la llegada del veinticuatro de diciembre.
En los rosarios no faltaba quien se podía copar con alguna muchacha, por allí otro llevaba una cuartica de pedo de chancho para tomar ánimo y escoger las mejores palabras para hablarle al oído a una muchacha.
También se relata que en un año se caracterizó por las peleas entre los varones, las peleas se pactaban a tres rosarios y no asaltos como los conocemos. Estas peleas fueron protagonizadas por Chus y Moncho, se dice que eran por chiquilladas, pero al fin fueron peleas. Ya se habían apañado dos rosarios seguidos, esto era lo que llamaba la atención en los rosarios, por haber terminado el rosario y mientras otros disfrutaban el café en las afueras de la casa se escuchaban los golpes y terminaban en el suelo, todos sucios y diciendo las más hirientes palabras,
- Nos vemos en el siguiente rosario. – Seguro que le tengo miedo hediondo, va pa la m* con todo y perro.
Faltaba el último rosario, sería en el alto, donde Tista Garro, ya eran pasadas las seis de la tarde, todos habían llegado, parecía tranquilo el momento, cuando se terminó el rosario. Moncho estaba allí tranquilo, cuando de
un momento las conversaciones se alteraron, había llegado Chus, soplando aires de venganza, buscó entre la muchedumbre a Moncho, con astucia Moncho se refugio en la cocina, para esconderse de Chus. Chus se abrió paso entre la gente que colmaba la sala, alrededor del portal, ubico a Moncho en una esquina de la cocina y sin miramiento lo tomó del cuello, por allí brincaron los botones de la camisa. Con voz tranquila le Moncho dijo, _ Mira Chus yo no quiero pelear con vos, hemos terminado de rezar, Chus le contesto. _No me importa, el que reza y peca, empata, _Recuerde cobrón, que la pelea estaba pactada a tres rosarios y este es el último. Del cuello lo llevó hasta la sala. De allí voluntario salió al patio, con el fin de no ser coloreado por las mujeres que estaban en aquella casa, fueron pocos los golpes, después cayeron al suelo, en un momento Moncho lo tenía prensado entre
dos matas de café, Chus hizo una maniobra y logro encaramarse encima, de allí logró recetarle un rosario de golpes, unos iban a la cabeza, otros al suelo por la oscuridad. No faltó más de uno, que alumbrara la pelea con espantaperros, otros rayaban un fósforo para ubicar a
los peleadores. Al final todos sucios y sudados se levantaron de la pelea, a tomar del café que había sobrado.
Si la pelea la hubiese dirigido un árbitro, sería un empate pues ambos salieron bien caretos, sucios y maltratados por los golpes recibidos.
Mas de uno susurro en voz baja. - Esta pelea estuvo mejor que la del rosario anterior.
El señor Tista, muy enojado por el daño que había sufrido parte del cafetal que estos dos revoltosos habían protagonizado, pero satisfecho pues le había puesto sabor a ese rosario y disfrutaron de una Navidad con un toque diferente y todo por chiquilladas de la época.