Por: Alexandra Ivanova
Ganador del Premio Nacional Francisco Amiguetti 2020 del Ministerio de Cultura y Juventud y también, del Premio Nacional Aquileo Echeverría 2012. Artista que reúne en su persona las facetas del ceramista, músico, escritor, director de cine y teatro y también, del educador. Él es Gerardo Selva Godoy, quien nació en Nicaragua, pero escogió Costa Rica y el cantón generaleño como su hogar.
Nació en la ciudad de Somoto, Nicaragua. Su madre fue comerciante, mientras que su padre provenía de una familia artística. Realizó sus estudios de secundaria en el Instituto Pedagógico de Diriamba, bajo la dirección de los hermanos cristianos de La Salle y se graduó con honores en el 1969. Luego su destino lo llevó a varios países, pero Costa Rica ha sido el lugar donde ha logrado realizar plenamente sus habilidades artísticas.
Gerardo Selva es el autor de 16 obras dramáticas, 4 discos musicales, varias películas de las cuales destaca el largometraje denominado “Semana U”, libros de cuentos y poemas, una novela y un sinnúmero de piezas de cerámica que han sido vendidas a nacionales y extranjeros. En una conversación muy directa con la Revista Pasacalles, el artista polifacético compartió su historia, algunas de sus vivencias y sus reflexiones sobre la cultura costarricense.
¿Quién es Gerardo Selva?
Nací en Nicaragua en el año 1952. Llegué a Costa Rica en el 1976 con 24 años de edad. Llegué directamente a Pérez Zeledón, a trabajar en el taller de cerámica de la Asociación Nacional de Desarrollo de la Artesanía, dirigida por doña Karen Olsen de Figueres en aquel entonces.
¿Cómo pasó su infancia y su juventud en Nicaragua? ¿Qué diferencias vio cuando llegó a Costa Rica?
Pasé mi infancia en Somoto, un pueblito pequeño que tenía 5 mil habitantes en el tiempo cuando yo nací. Está en unos 20 kilómetros antes de llegar a Honduras. Viví allá hasta los 12 años de edad. Después pasé 5 años en Diriamba, donde estudié en el colegio y luego me fui de intercambio a los Estados Unidos. También estudié economía durante un año y medio en Guadalajara, México. También viví en Europa.
Antes de llegar a Costa Rica, tuve la experiencia de visitar otros países.
Cuando estaba en el sétimo año del colegio, fuimos a un paseo a Costa Rica y me enamoré del país, por lo que dije que iba a vivir en Costa Rica cuando sea grande.
Por ello, cuando terminé todos mis estudios, llegué a Costa Rica.
¿Cómo lo recibió Costa Rica?
Con los brazos abiertos, y todavía me sigue recibiendo así. Estoy completamente y totalmente agradecido con este país, no lo cambio por nada ni por nadie. Aquí hice mi familia, tengo tres hijas y, todo lo que yo soy, lo logré en Costa Rica.
Estoy con esta gente y este país pues cuando alguien habla mal de Costa Rica, la defiendo como si estuviera defendiendo a mi madre o a mis hijas.
¿A qué se debe el afán por la cerámica?
No sentí el interés por la cerámica desde muy joven, ya que en aquel entonces desconocía el tema, hasta que, en la Universidad de Artes Plásticas en Inglaterra, donde estudié el Arte y Diseño, empecé a trabajar en un proyecto de cerámica y sentí que era lo mío.
¿En qué otras disciplinas artísticas ha probado sus fuerzas?
Cuando llegué a Costa Rica en el 1987, me dieron una beca para estudiar en los Estados Unidos e hice una maestría en Vidrio. Todavía trabajo en vidrio y en la exposición que ganó el Premio Nacional, una de las facetas es el vidrio.
Cuando venía en el avión de los Estados Unidos, me dieron una cámara de BHS, para que hiciera un proyecto de despedida y decidí grabar las técnicas de soplado de vidrio. Compré mi propia cámara y empecé a hacer mis primeras películas en el 1992.
Un poco a oscuras, pero empecé a aprender a editar y a dirigir a los actores. En la misma época empecé a trabajar en la Escuela del Valle de Pérez Zeledón como profesor de teatro y ahí también hacía videos con los niños con la cámara BHS. Ahí comenzó mi desarrollo como cineasta.
En cuanto a la música, llevé un curso con un director español y me dijo que un director de cine tenía que saber de todo.
Ahí entendí que no se refería a la contabilidad ni a las matemáticas, sino al manejo de las artes diferentes. Por ello, empecé a estudiar percusión en una escuela de música.
Cuando tenía un año de estudiar percusión, tuve un grupo musical llamado Los Cuchumbos. El grupo se desintegró, pero seguí haciendo música por mi propia cuenta.
Desde aquel entonces grabé 4 discos, empezando del 2003 y en el 2009 grabé el último con los artistas nacionales, Pato Barraza y Otto Padilla.
¿Y cuándo empezó a escribir?
Empecé a escribir cuando empecé a escribir dramaturgia, porque escribía obras de teatro para la escuela. Luego comencé a escribir guiones para las películas y llegué a un punto en que las ideas eran tantas… Ahora tengo 5 o 6 guiones escritos y listos para producirse, pero no vi la necesidad de seguir haciendo guiones, si las películas no se iban a hacer. El costo de producción es muy alto; entonces, empecé llevar los cursos de narrativa y realicé capacitaciones con Aurelio Dobles y leí libros. Así decidí plasmar las ideas que tenía para las películas de la forma narrada y ahí fue donde nació el narrador de ficción.
El año pasado publiqué un libro denominado “Licantropia”, integrado por 6 cuentos, cada uno de ellos oscila entre 25 y 30 páginas. Luego publiqué la novela “Cuatro mil días y veinte segundos”, que nació como la idea de una película. Se puede adquirirla en las plataformas de venta en línea.
Ahora estoy en el proceso de la reescritura de otra novela, que se llama “El papiro de Biblos”.
¿De qué se trata su novela “Cuatro mil días y veinte segundos”?
El nombre se refiere a los 10 años, 11 meses y 15 días antes de cumplir los 11 años. Y también los 20 segundos.
Es que una vez escuché que un abrazo tiene que durar unos 20 segundos, para que tenga el efecto terapéutico, para que otra persona se pueda tranquilizar y sentirse amada, para transmitir los sentimientos que uno desee transmitir.
En la novela, los 20 segundos es un tema recurrente. Por el momento, esta es mi obra literaria más importante, ya que es la que tengo entre las manos. Es una novela juvenil, pero esto no descarta que la lean los adultos. Las primeras personas que la leyeron fueron los adultos, pero los protagonistas de la misma son niños. Es un libro que puede leer tanto una persona de 10 años, como de 60 años de edad.
La soledad y el abandono, son los temas principales de la obra. Se trata de un grupo de niños, donde hay menores abandonados por los padres adinerados y muy poderosos y en el otro extremo hay niños abandonados por los padres muy pobres, drogadictos y personas sin hogar. Los dos extremos del abandono y el hecho de cómo estos niños llegan a conocerse, son la base de la trama de la novela.
¿Cómo ha sido la experiencia de ser el ganador de varios premios del Ministerio de Cultura?
En el año 2012 gané el Premio Nacional Aquileo Echeverría, mientras que este año obtuve el otro galardón, el Premio Nacional Francisco Amiguetti 2020. Los dos premios fueron por las exposiciones. En el 2012 realicé una exposición en el Museo de los Niños, durante el Festival de las Artes y el año pasado tuve la exposición denominada “Los cinco rostros de Gerardo Selva Godoy” que estuvo en el Museo Rafael Ángel Calderón Guardia de septiembre a octubre.
¿Por qué “Los 5 rostros de Gerardo Selva Godoy”?
La exposición se trata de todo lo que había hecho. Si la hubiera hecho solo de cerámica, se me hubieran quedado afuera otras cosas.
Además, cuando uno cumple 68 años, ya puede ver para atrás.
Entonces, con los 4 discos, 3 largometrajes más los otros cortometrajes, más el libro de cuentos y la novela, también publiqué un libro de teatro, denominado “Pequeño teatro para pequeños” que tiene 6 obras de teatro infantiles. El vidrio también estaba en cajas y pensé que había que compartirlo.
Al inicio pensé ponerle “Gerardo Selva, renacentista del siglo XXI”, pero luego este me pareció un nombre muy pomposo y pasó a ser “Los cinco rostros de Gerardo Selva”. Realicé una visita guiada que fue transmitida por redes sociales del museo y en los primeros días tuvo más de 3 mil vistas.
¿Cómo ha sentido la realidad de un artista en las condiciones de pandemia?
En realidad, mis condiciones son muy específicas. En el primer lugar, porque ya soy pensionado. Por otro lado, tengo mis hijas adultas y se mantienen por sí mismas, por lo que no tengo la presión económica. Afortunadamente tengo mi propia casa y soy pensionado por la Junta de Educación del Magisterio, por un cuarto de tiempo, después de trabajar en la Escuela del Valle y en la Universidad Nacional, donde también trabajé durante un tiempo e impartí las clases de Cerámica. Pero aún siento que tengo mucho que compartir. Como ceramista, tengo 6 estudiantes. Nunca he dado clases de música, porque me gusta cantar y hacer música, pero no soy guitarrista y me hago acompañar por mis amigos. Ellos me acompañan con la guitarra, piano, bajo y percusión, para que las canciones puedan sonar diferente.
¿Cómo comparte la faceta del artista con la faceta del educador y padre de familia?
Siempre lo pude manejar bien y encontrar el tiempo para todo. Trabajé en la Escuela del Valle por 27 años y, desde el inicio, gané la confianza de los padres de los estudiantes y de la directora de la institución de aquel entonces, Linda Jorgenssen.
Cuando uno gana la confianza, lo que hay que hacer, es no defraudarla después y me mantuve así durante muchos años.
En aquellos tiempos, en los años 90, hacíamos un festival de teatro, donde presentábamos las obras de diferentes niveles. Hubo obras de 10 minutos, de 15 minutos y hasta de una hora y media. Montamos las obras de Tenessy Williams, entre otros autores e hicimos cosas muy arriesgadas y de mucho reto. Así salimos adelante y estoy muy satisfecho con lo que aporté a los estudiantes.
¿Qué aprendió viviendo en Costa Rica?
Creo que Costa Rica es un país único en el mundo, donde la mayoría de las personas son muy amables, amigables y tolerantes. Son las personas con que se puede conversar y diferir sin necesidad de entrar en la violencia. Esto siempre ha ido mucho con mi personalidad y mi forma de ser. Realmente, escogí el país por eso.
Si hablamos de cultura, no necesariamente que cada costarricense leyera unos 20 libros y que todos los costarricenses puedan disertar sobre cualquier tema. Sin embargo, aquí hay un sentido de civismo, cuando las personas hacen fila, hablan de voz baja y expresan su opinión con respeto.
Para mí, todo esto hace una gran diferencia con otros países donde yo viví.
¿Se siente usted arrepentido por no haber hecho algo en la vida?
No aprendí a tocar piano (sonríe – Revista Pasacalles). Lo intenté varias veces, pero siempre me ha costado mucho. Y por todo el resto estoy muy satisfecho, ya que, hacer cine es un trabajo muy complicado. Es el arte muy difícil, ya que es como si fuera dirigir una orquesta donde hay fotógrafos, vestuaristas, actores, personajes, cocineros, transportistas y otros trabajadores que conviven en un solo proyecto.
Mi última película es “Semana U” y está disponible en Youtube. Tiene una duración de una hora con 50 minutos y tiene 15 400 vistas. Para mí, es un orgullo, ya que en el cine costarricense es un record. Sin embargo, no fui muy bien recibido en el ambiente de la producción cinematográfica, aunque todas estas personas que han visto la película es la mejor recompensa. Es una comedia y las comedias no siempre son tomadas en serio.
¿A quién de los dramaturgos internacionales y del pasado le hubiera gustado conocer en persona? ¿Y qué le hubiera preguntado?
Los dos referentes míos en la película “Semana U” son Woody Allen y Pedro Almodóvar. No sé qué les preguntaría, porque todo lo que quieren decir está en sus películas. He visto muchas entrevistas de ellos y me han respondido todas las preguntas. También me gusta el humor patético al estilo de Chejov, cuando el personaje sufre y al espectador le da risa verlo sufrir, donde las situaciones son cómicas pero ridículas.
Sé que, para todos, la situación que estamos viviendo ha sido difícil y me gusta el humanismo.
Para mí, el tema central es el ser humano con sus conflictos, sus deseos y temores, con sus ignorancias. Todo lo que yo escribo, gira alrededor del ser humano y son obras universales.
Cuando presenté “Semana U”, fui a los Estados Unidos y mostré una versión subtitulada en inglés a mis amigos norteamericanos. La disfrutaron mucho y fue la muestra de lo que pasé la barrera de las culturas con mi película y es lo más importante. Sobre todo, cuando la obra es muy localista, ya que se trata de la Universidad de Costa Rica y de los costarricenses.