Por Alexandra Ivanova/Kristel Alvarado
Nació en miles de kilómetros de Latinoamérica y muy cerca de Suiza. Sin embargo, desde hace más de 40 años su corazón pertenece a “Suiza Centroamericana”.
Economista, filántropo, luchador por los derechos humanos y activista de varios movimientos sociales y culturales, fundador de la comunidad de agricultura sostenible Longo Mai en Buenos Aires de Puntarenas y del Circo Fantazztico que ayudó a muchos jóvenes a alejarse de la calle y los vicios, lo mismo que desarrollar sus habilidades artísticas, Roland Spendlingwimmer es conocido por muchas personas, tanto en la Zona Sur como en otras regiones del país.
A pesar de las dificultades que ha tenido que enfrentar durante su trabajo en Costa Rica, nunca se ha dado por vencido y asegura que seguirá trabajando para aportar a la sociedad costarricense lo que esté dentro de su alcance.
Para concluir el Mes de las Culturas, don Roland comparte su historia con la Revista Pasacalles.
Don Roland, usted nació en Austria y ya tiene más de 40 años de vivir en Costa Rica. Cuéntenos de su infancia y de su vida en Austria.
Yo nací en una provincia en el norte de Austria, muy cerca de la frontera con la República Checa y tenía una infancia muy feliz allá, porque vivíamos en el campo y teníamos a disposición los bosques, la naturaleza, los ríos y los disfrutamos mucho. Mi mamá era muy tolerante, muy abierta, con un concepto pedagógico muy avanzado. Ella empezó a trabajar con el sistema pedagógico de Waldorf cuando en Austria solo había una profesora que inició con estas escuelas de este tipo.
¿Fue educadora su mamá?
Sí, mi mamá fue educadora. Ahí cursé la primaria y luego la segundaria, durante la secundaria con suerte me topé con profesores también de muy avanzados pensamientos filosóficos, literarios y, especialmente, el profesor de literatura y de historia a quien admiraba muchísimo. Él nos acercó al existencialismo y también a la literatura con compromiso social, así como algunos autores franceses, eso también jugó un papel muy importante en mi formación durante la juventud.
Luego, he ido descubriendo un poco la sociedad de Austria, sus cualidades e injusticias hacia algunas categorías de la población. También conocí la historia de mi pueblo y las dolorosas secuelas de la Segunda Guerra Mundial.
¿En qué año nació usted después de terminada la Segunda Guerra Mundial?
Nací en el año 1946, un año después de terminada la Segunda Guerra Mundial y conozco aquellos tiempos de las historias que contaban mis padres y mi abuelo Dominico. En aquel entonces él fue el único en el pueblito pequeñito quien votó contra la anexión de Austria a Alemania.
¿Su abuelo estaba arriesgando su vida con esta decisión?
Sí, todo el mundo en el pueblo sabía abiertamente que estaba arriesgando mucho. Por ello, yo investigué mucho sobre mi abuelo, para dar a conocer su carrera. Fue un gran constructor, ingeniero y proyectó muchas casas. No lo arrestaron, pero le quitaron la licencia de construir casas para arruinarlo económicamente.
El ejemplo de mi abuelo determinó mi vida y también, mi pensamiento ideológico y filosófico, diría yo. Cuando estaba por terminar el bachillerato, una vez me topé con un joven que estaba pintando en la calle. Entramos en conversación y me dijo que había viajado por todo Europa, estaba explorando la vida, como viven las personas en diferentes pueblos. Al poco rato llegó la policía y se lo llevó a la delegación. Yo lo acompañé y pregunté qué iban a hacer con él. En la delegación me dijeron que me quedara afuera. El joven me dijo: “No te preocupes, estoy acostumbrado a estas cosas, eso dura un tiempito y luego me van a soltar”. Esto también fue una lección para mí.
Después de terminar el bachillerato, empecé a viajar también, este pintor callejero fue un ejemplo para mi y viajé primero a Francia, fue un sueño. En aquellos tiempos en Austria, por ejemplo, mis padres no habían viajado ya que estaba fuera de los planes de vacacionar, iban a Italia de vez en cuando pues está muy cerca de Austria, pero a Francia no. Yo sí quería ir a Francia porque conocía su historia, sobre todo, de la Revolución Francesa y todos los movimientos sociales que hubo ahí.
¿Se puede decir que usted fue revolucionario e iba en contra del sistema?
No era tan consciente. Me topé con algunas causalidades que me abrieron más los ojos sobre la sociedad en general. En un viaje en 1966, en Alemania conocí a mi esposa Claudine que es francesa.
Ella también estaba viajando por Europa, tenía una amiga en Alemania. Terminó la visita donde ella y luego iba de regreso a París. Entonces, hubo un tiempo en la carretera que nadie paró y empezamos a hablar, después fuimos juntos a París. Me contó mucho sobre París y me enseñó la ciudad durante varios días.
¿Y siguen juntos hasta el momento?
Sí, sí, tenemos más de 50 años de estar juntos. Y por eso me llevó muchísimas veces a Francia, después, me familiaricé un poco con el idioma francés y también me gustó muchísimo la cultura francesa, lo mismo que la literatura y poesía. Después tuvimos muchos viajes juntos. Fuimos a Inglaterra y Escocia, llegamos en un barco pesquero a Noruega, atravesamos Noruega hasta el norte y luego llegamos a Finlandia, ahí trabajamos un poquito porque se nos terminó el dinero. Ahí fue muy fácil encontrar un trabajo por dos semanas. Pasamos una semana en este lugar y compramos bicicletas viejas para desplazarnos con más facilidad.
Después nos dirigimos a Leningrado que en aquel entonces era de la Unión Soviética. Ahí conocí un poco de la historia de la Revolución Rusa y me impresionó mucho, igual que la francesa.
¿En aquellos tiempos fue muy difícil viajar a la Unión Soviética?
No, no, nosotros después fuimos tres veces o más a la ex Unión Soviética, visitamos Kiev y Moscú, entre otras ciudades. Fuimos con un carrito de estos pequeños carros franceses que son de dos cilindros; con eso atravesamos la Unión Soviética, así, despacio, acampando con toda la libertad, nunca nos impidieron un viaje, ni nos causaron problemas.
Una vez unos amigos de Perú nos invitaron a Moscú, uno de ellos estudió en una universidad en Moscú y de una vez nos dijo que visitáramos la universidad. Asistimos a algunos cursos e hicimos una amistad muy bonita, recordamos con mucho cariño la manera de que nos recibieron.
Tiene 42 años de vivir en Costa Rica. ¿Cómo surgió la decisión de llegar a este país?
Cuando inicié mis estudios de Economía en la Universidad de Viena en 1968, surgió un gran movimiento de estudiantes en todo Europa o, se puede decir que, en todo el mundo, inclusive los Estados Unidos y México. Lo que se buscaba es tener más libertad y más oportunidades en la economía.
En el año 1968 me fui a París, me encontré nuevamente con mi compañera que participaba en la lucha en París y me di cuenta sobre esta gran solidaridad que existía en este tiempo, sobre todo, en Francia. Cuando atravesamos la frontera alemana y llegamos a Francia, vimos como en todos los pueblos los jóvenes estaban de huelga. Todo estaba apagado en aquel momento. En Paris sentimos un ambiente de hermandad. Fue increíble vivir ese momento y después, regresando a Austria, me topé con todo lo que se formó a través del movimiento del 1968. En aquel entonces los jóvenes estaban luchando contra la injusticia social.
Todo empezó por un grupo de jóvenes que supuestamente empezaron su práctica en una empresa en Austria y fueron maltratados. En muchas ocasiones los jóvenes fueron utilizados como la mano de obra barata y su trabajo no fue bien renumerado. Esta campaña fue bastante fuerte; también tenían vínculos con otros movimientos en Suiza.
Luego la represión aumentó porque en mayo del 1968 las autoridades querían dar una marcha atrás y quitarles las libertades que se conquistaron en ese tiempo. Así surgió la idea de fundar una comunidad autosuficiente, trabajando en el campo. Este fue el nacimiento de Longo Mai o un movimiento cooperativista integrado por los jóvenes de diferentes países europeos, entre ellos, ingleses, alemanes, austriacos, suizos y franceses.
Fuimos a buscar un terreno apto para empezar esta obra y lo encontramos en el sur de Francia. Ahí había mucho sol, también tenía buenas condiciones para tener los rebaños de ovejas. Iniciamos con la construcción de esta comunidad autosuficiente y marchó bastante bien, hasta que el gobierno de Francia de aquellos tiempos nos expulsó de Francia junto a un grupo de otros extranjeros, entre ellos, austríacos, alemanes e ingleses.
Fuimos ocho, los fundadores de Longo Mai en Francia y nos expulsaron con el pretexto ridículo de que no nos podían dar más permisos de construcción. Aun así, el movimiento cooperativista ha ido creciendo y se fundaron más cooperativas en Alemania, Suiza y Austria.
Con un rebaño de ovejas llegamos a los Alpes de Austria, así nació una cooperativa en las montañas del sur de Austria, cerca de la frontera con Eslovenia. Así nació Longo Mai y en 1978 recibimos la visita de los emisarios de Nicaragua que estaban viajando por todo Europa, buscando solidaridad con la Revolución y la liberación de Nicaragua de la dictadura de Somoza. Así decidimos ayudar a los refugiados nicaragüenses, sea en Costa Rica o en Honduras, porque muchos de ellos recibían amenazas de muerte. Nosotros teníamos que informar a todas las cooperativas y que estuvieran de acuerdo con ello.
Recuerdo muy bien que nos entró una llamada del sur de Francia a la cooperativa de Austria, preguntando si ya tomamos la decisión. Después empezamos las gestiones ante el Gobierno de Costa Rica de don Rodrigo Carazo que fue muy abierto para brindar la ayuda en la recepción de los refugiados, incluso nos ayudó encontrar un terreno aquí en Costa Rica, en el cantón de Buenos Aires.
Luego buscamos las personas que querían trabajar en Latinoamérica. Yo siempre tuve el deseo de conocer América Latina y esta fue la oportunidad; así fue como en 1980 empezamos preparativos. Junto a mi familia llegué a Costa Rica, para empezar este trabajo con la comunidad de los refugiados nicaragüenses. Ya teníamos cinco hijos y mi hija menor nació en Costa Rica. Tengo dos hijas gemelas y tenían tres meses cuando viajaron en avión por primera vez y fue a Costa Rica.
¿Cómo ha sido su vida en Costa Rica? ¿Ha tenido que enfrentar las manifestaciones xenofóbicas y los obstáculos en su trabajo?
Lo primero es que, para mí, a pesar de que las condiciones fueron muy difíciles, ya que en la finca no había electricidad ni caminos de fácil acceso, vivimos en un pequeño albergue que existió en Longomay en aquel entonces, ha sido una experiencia muy gratificante.
Fue maravilloso conocer la selva, la naturaleza y vivir en la naturaleza, realmente nos encantó y a los niños también. Me acuerdo muy bien que muchas veces hicimos fogatas afuera y después, cuando vinieron las familias salvadoreñas, algunos con muchos hijos, la comunidad poco a poco se ha ido poblando. También, las familias nicaragüenses nos acogieron muy bien y muchos costarricenses fueron muy amables con nosotros.
¿Qué ha sido lo más difícil para adaptarse aquí en Centroamérica?
Para mí, no ha sido difícil adaptarme en Centroamérica, poco a poco se fue mejorando la infraestructura y los caminos. Realmente no fue difícil.
¿Pero psicológicamente, se considera que la mentalidad en Europa y aquí es muy diferente, usted lo ha percibido?
Sí, claro que es diferente el tico, pero yo debo decir que me gusta mucho la forma de ser de los costarricenses, sobre todo, el campesino porque valora mucho la autonomía en el campo, la autonomía alimentaria y aprecia mucho su libertad. Nadie les toca sus derechos individuales.
El agricultor costarricense tiene una manera muy pacífica de actuar, se ve incluso en la naturaleza, a la hora de sembrar.
Me gusta mucho eso y poco a poco conocí esta manera de vivir y lo aprecio y respeto mucho.
¿Cómo nació el Circo Fantázztico, como se unió usted al circo?
El Circo Fantázztico inició en los años 1980 – 1987, cuando teníamos contactos aquí en San Isidro de El General con la escuela Laboratorio. Esta escuela, según mi opinión, fue la más avanzada en el método de enseñanza parecido al de Europa, con una creatividad de los niños increíble. Por ello, contactamos al director y mi esposa se trasladó a San Isidro de El General con nuestros hijos que ya iban a cursar la primaria y se matricularon a esta escuela.
En los años 1985- 1986 en San Isidro de El General aparecieron muchos niños en la calle, incluso algunas personas nos dijeron que aparecían niños abandonados debajo de los puentes. En el centro andan mendigando en las calles. Por ello, mi esposa y yo nos encontramos con el obispo Monseñor Trejos y otras personas que nos ayudaron a empezar un proyecto para solucionar este problema de una u otra forma.
Teníamos el apoyo de un diplomático que nos enseñó un artículo dedicado a los niños de la calle en Brasil, Bahía. El reportaje que nos envió era muy largo, ahí se estaban analizando todos los proyectos de trabajo con esta categoría de la población y los resultados que habían tenido fueron muy positivos.
La idea principal de la investigación fue que muchos de estos niños tenían sed de mamá o papá, pero, para estas familias era imposible garantizar la educación para, debido al tiempo y a los altos costos. Según los investigadores, uno de los primeros métodos era lograr ingresarlos a las instituciones como escuelas y colegios y luego ver la posibilidad de involucrarlos en otras actividades, entre ellas, el fútbol y la música. Muchos de estos niños eran afrodescendientes y tenían talentos naturales como el de tocar los tambores. A través de estas actividades lograron juntar a los niños y sacarlos de las calles para integrarlos en actividades recreativas, con mucha libertad, pero muy creativa. También crearon comedores para los niños de escasos recursos con la ayuda económica de algunas organizaciones internacionales.
¿Cómo se generan los recursos para una comunidad autosuficiente como Longo Mai, lo mismo que para el Circo Fantazztico?
Para el Circo Fantázztico, organizamos cursos y las ventas de artesanía. También contábamos con la ayuda de muchos voluntarios internacionales. Me acuerdo de un ejemplo de una joven de Austria que salía a hacer piezas de vidrio en la calle y nos dijo que podía enseñar a los niños a hacer cosas en vidrio. El problema fue que no contábamos con las instalaciones adecuadas para calentar el vidrio. Fuimos a investigar sobre el tema y una empresa de Austria nos brindó una colaboración.
Este fue el inicio de un gran proyecto. Muchas personas venían de Europa para impartir los talleres. Tuvimos la suerte que en el año 2000 llegó un joven de Austria con el conocimiento de los malabares; así empezamos a impartir talleres de malabarismo, gimnasia y saltos en Tierra Prometida. Teníamos un grupo de 20 a 30 niños y los resultados fueron muy positivos. Este proyecto tuvo una pausa de año y medio ya que el joven regresó a Austria donde dio a conocer nuestro proyecto y recibimos un premio internacional. En aquel momento fue mucho más fácil organizar las actividades en el comedor de Tierra Prometida y también en Lomas de Cocorí.
¿Cómo se ha sentido usted en Costa Rica, qué significa este país para usted?
Agradezco mucho a las personas que me acogieron y me gusta mucho la mentalidad tica pues me gusta mucho el patriotismo y no me gusta el militarismo.
Estoy muy contento, ya que no estaba previsto que me quedara tanto tiempo en Costa Rica, pero por las cosas que empezamos a desarrollar por amor a este país y a su gente, sobre todo, los agricultores, estamos aquí.
¿Usted y su esposa piensan pasar toda la vida aquí?
Sí, también tengo a mis seis hijos aquí y ya son profesionales. Uno de mis hijos es arquitecto y trabaja en Nosara, ellos andan por todos lados del país. Ellos se sienten realizados y lograron cumplir sus sueños, tienen hijos y ya tengo 19 nietos. La verdad es que yo estoy muy contento, ya que toda la familia está a mi alrededor.
Por otro lado, mi esposa y yo tenemos más de 50 años de matrimonio y tenemos muchas cosas en común. Mi esposa es igual que yo, muy perseverante, cuando inicia una cosa lucha y persevera y no se deja desilusionar tan fácilmente, yo tengo el mismo carácter que ella.