Por Alexandra Ivanova
“Mi papá nos sacó adelante gracias a su sabiduría y gran educación financiera”, recuerda la hija del reparador de calzado.
Mientras que muchas personas que cuentan con los estudios universitarios y gozan de salarios altos viven sumergidas en deudas, un descendiente de la familia campesina, que no tuvo la oportunidad de estudiar en el colegio, ha logrado no solo sacar adelante a su familia, sino también cumplir sus sueños y disfrutar de su gran pasión, la pesca.
Gracias a su capacidad innata de administrar las finanzas, don Edwin Molina Díaz, conocido como “Pocha El Zapatero”, dejo unas grandes enseñanzas a sus hijos y nietos. Después de su partida de este mundo, su hija, Maribel Molina Cervantes, nos comparte su historia.
Trasladarse a una pequeña y humilde casita, donde no había agua ni electricidad después de vivir en un lugar que tenía estas comodidades, fue uno de los malos recuerdos de la infancia para Maribel Molina Cervantes. No obstante, con el transcurso de los años, la joven supo valorar el sacrificio que hizo su padre, Edwin Molina Díaz, para poder dar a su familia lo mejor que estaba dentro de su alcance, inclusive la posibilidad de vivir bajo un techo propio.
“Soy la tercera hija de Edwin Molina y Emilia Cervantes. Mis padres tuvieron 6 hijos, Karen, Dennis, Maribel o mi persona, Diego, Wendy y David que fue el último. Mi hermano menor nació cuando mi papá tenía más de 40 años de edad pues como dicen, este fue un gol”, dice Maribel con una sonrisa.
Recordó a su padre como un hombre muy humilde y trabajador, que se dedicó a varios oficios, entre ellos, trabajó en el campo y fue taxista, antes de emprender un pequeño negocio de la reparación de calzado en el centro de San Isidro de El General.
“Mi papá vivía en La Ceniza y a veces, con duras penas tenía para la comida. Trabajaba en el campo, donde manejó un chapulín. Tenía largas jornadas, pero se veía poco dinero. No obstante, nunca pasábamos hambre y siempre hubo un plato de comida en nuestra casa,” comentó Maribel.
A pesar de los escasos recursos que tenía, la capacidad innata de ahorrar le permitió a don Edwin a comprar un carro y empezar a prestar el servicio de taxi.
“Fui la más consentida de la familia. Todos los días mi papá me daba una vuelta en el carro, antes de irse a trabajar y yo me ponía a llorar cuando me bajaba. En aquel entonces no teníamos casa propia, es decir, andábamos rodando. Luego llegamos a Pavones, donde vivíamos en una casa rosadita muy pequeña que estaba en un potrero y donde se abría la puerta y se veía la cama”, recordó.
Durante su próxima etapa de la vida, la familia Molina Cervantes se trasladó a vivir en otra casa en el mismo barrio.
“Luego nos pasamos a vivir a una casa verde, era muy bonita y tenía árboles de guayaba. Mi papá siempre anhelaba tener la casa propia. Sacó el sexto grado y no fue al colegio por motivos económicos, pero Dios le dio una gran sabiduría y una educación financiera. La aprendí de él. Siempre pasaba ahorrando, aunque no ganaba mucho”, añadió Molina.
A costa de mucho sacrificio, don Edwin logró comprar un terreno en Lomas de Cocorí, cuando ahí solo había calles de tierra y trillos. El lote no contaba con el servicio de la luz, tampoco llegaban los autobuses ahí, pero para la familia Molina Cervantes, era un sueño cumplido de tener su propio hogar.
“Llegamos a vivir a una casita de un zócalo de madera, pero era propia. Mi papá empezó a pagarla por partes. Tenía un lote de 1500 metros cuadrados y se sacaba el agua del pozo. En aquel entonces, yo sufrí mucho de tener que pasar a estas condiciones después de vivir en una casa alquilada que tenía más comodidades. Cuando uno es pequeño, no entiende que es vivir en algo propio”, expresó Maribel.
La familia de don Edwin fue una de las primeras en el barrio que tuvieron la televisión. Para poder verla, compraron una batería del carro que había que llevar a cargar.
“Es algo que las nuevas generaciones no van a entender. En aquellos tiempos la casa se llenaba de todos los chiquillos del barrio, llegaban a ver El Chavo del Ocho y otros programas”, sonríe la hija del zapatero.
Con más ahorros, don Edwin logró ampliar el lote. Luego el servicio de bus llegó a la comunidad.
“Este barrio fue uno de los primeros que tuvo las calles asfaltados. Mi papá tuvo una gran visión y empezó a trabajar como zapatero, en un local ubicado en el centro de la ciudad generaleña, donde estaba el antiguo bar La Cascada pues ahí hubo varios zapateros más. Luego se trasladó hacia arriba, al sector de la antigua Estación de Bomberos; también trabajó frente al Periódico IMPACTO”, comentó.
Un gran “pulseador”, así Maribel recuerda a su padre. No obstante, también tenía sus pasatiempos. Uno de ellos fue la crianza de los gallos, pero su gran pasión fue la pesca.
“Cuando yo era niña, a mi papá le gustaban los gallos pues en aquel entonces estaba permitido. Todos les dábamos de comer y a veces vivían mejor que uno, ya que comían remolacha, huevo duro, zanahoria y alimento y estaban muy aseados”, cuenta Molina.
Cuando nacieron los hermanos menores de Maribel, la familia encontró otra manera de generar los recursos adicionales para la familia y empezó a criar cerdos para la Navidad. “Empezamos a criar los chancitos, porque el que no trabajaba, no tenía aguinaldo. Les dábamos pasto y sobros de comida. Llegamos a tener hasta 10 chanchos y fue una gran ayuda. Para la Navidad siempre nos compraban juguetes”, añadió.
Tanto Maribel como sus hermanos terminaron sus estudios de primaria y algunos decidieron seguir estudiando.
“Algunos de nosotros quisieron estudiar más, otros no, pero todos hemos crecido las personas de bien. Todos tienen su trabajito propio y mi papá estuvo muy orgulloso de nosotros. Luego empezaron a llegar los nietos y fue un abuelo muy amoroso y cariñoso. Sufría con todos cuando alguien tenía un problema. Con el tiempo la familia creció mucho y nos seguimos reuniendo en la casa, ya que todavía lo sentimos con nosotros”, confesó la hija de don Edwin.
Según los recuerdos de su hija, “Pocha El Zapatero” fue aficionado de la Liga Deportiva Alajuelense, sin embargo, dijo que hubiera sido feliz de ver a Cartago llegar a ser Campeón Nacional.
“Papá fue de la cédula 3 de Cartago y ahora estuviera muy contento. Su otro pasatiempo era pescar, por lo que se compró un bote y, junto a un amigo, compraron un pedacito de una isla y ahí pasaban pescando. Mi hermano Dennis se fue para los Estados Unidos y heredó esta pasión de mi papá, lo mismo que mi otro hermano, Diego”, concluyó.