Aníbal Madrigal comparte historia de salir adelante gracias a una mano amiga
Por Alexandra Ivanova
Quedarse desempleado con más de 50 años de edad, tener que luchar por dar el sustento a su familia y hacer frente a las deudas, estas pruebas de la vida fueron superadas por don Aníbal Madrigal Fallas. Gracias a la ayuda de las personas que le extendieron la mano en los tiempos difíciles, el generaleño logró salir adelante y comparte su historia con la Revista Pasacalles.
Con su camisa de manga larga y un sombrero, don Aníbal llega todos los días al centro de la ciudad, donde vende lotería en uno de los puestos cerca del Mercado Municipal.
“Nací en un pueblito muy pequeño, en Herradura de Pérez Zeledón. Nací en 1952. Fuimos 14 hermanos. Mis padres fueron Ventura Madrigal Hernández y Abigaíl Fallas Madrigal. Nuestra familia proviene de la zona de Los Santos, pero viví en Pérez Zeledón durante toda mi vida”, contó Madrigal.
Para don Aníbal, uno de los recuerdos de su infancia es el patio de gallinas que tenía su mamá.
“Había que echar a las gallinas una media cajuela de maíz. Nosotros los niños, siempre esperábamos que llegara un temporal, porque en los tiempos de lluvia mi mamá preparaba una sopa de tres o cuatro pollos y nosotros los niños nos sentíamos muy felices”, recordó.
Sobreviviente de poliomielitis
En 1955 una epidemia de poliomielitis llegó al cantón. Aníbal fue uno de los niños que sufrió de la enfermedad que puso su vida y su futuro en peligro.
“Gracias a mis padres que se preocupaban mucho por mí, me llevaron al hospital que en aquel entonces fue una clínica. El doctor dijo que era una gripe cualquiera, sin embargo, mi papá quedó con duda y me llevaron a San José, donde me atendieron en el Hospital San Juan de Dios. Estuve internado ahí y luego me pasaron a la rehabilitación a una clínica que estaba ubicada en Santa Ana. Pasé varios años luchando contra las consecuencias de la enfermedad. Siempre quedé un poco renco, pero pude tener la vida normal. Sin embargo, ya no podía trabajar en el campo, porque era muy difícil para mí”, comentó.
Por ello, decidió ir a vivir al centro de Pérez Zeledón. Madrigal asegura que sufrió mucho, ya que no podía conseguir trabajo, hasta que un conocido le ofreció que le ayudara a repartir pan.
“Me estaban pagando solo con la comida, pero, aun así, estaba muy agradecido”, resaltó.
La nueva etapa en la vida del joven, empezó después de haber conversado con Saúl Hernández, el propietario del Almacén El 5 Menos.
“Dije que quería trabajar en algo y don Saúl fue muy generoso conmigo. Luego fui para el otro almacén, donde hablé con don Mauro Zúñiga. Me preguntó qué sabía hacer y dije que yo era de campo, pero estaba dispuesto a aprender un nuevo oficio. En aquel entonces, era uno de los almacenes más grandes del cantón. Doña Flora Méndez, la esposa de don Mauro, también me recibió muy bien. Me vieron como una persona honesta y trabajadora. Me trataban muy bien, inclusive me daban el almuerzo. Por mi parte, yo hacía mucho trabajo adicional, así como lavar los carros y ventanas”, contó Madrigal.
En aquellos tiempos, el almacén donde trabajó don Aníbal, servía como un centro de abastecimiento para las pulperías del cantón. No obstante, cuando pasó a la administración de uno de los hijos del propietario, el dueño del negocio se enfermó, por lo que delegó la administración del almacén a los trabajadores.
“Me asustó esta propuesta, ya que el negocio era grande y fue una gran responsabilidad, pero le dijimos que lo aceptábamos y nos hicimos cargo de la administración. En aquel entonces, toda la contabilidad se tenía que realizar a mano”, recordó.
Posteriormente, Madrigal ocupó el puesto del administrador de la empresa y también fue el encargado de los recursos humanos.
“Tenía que trabajar con 36 empleados. Sentía que no tenía capacidad para ello, pero asumí el cargo. Tenía un cuaderno donde registraba los datos de los empleados”, añadió.
Ejemplo de solidaridad
Los tiempos difíciles empezaron cuando la empresa sufrió una crisis económica y se cerró. Don Aníbal recuerda que tuvo que empezar de cero y volvió a visitar diferentes locales para pedir trabajo.
“Fui a varias empresas, entre ellas, CoopeAgri R.L. y la Ferretería Rodríguez. Dejé mi currículum en varios lugares, pero no podía encontrar trabajo pues en aquel entonces, ya tenía más de 50 años de edad. No obstante, tenía que pagar mis deudas y sacar adelante mi familia. Fui a conversar con mis antiguos patronos y les conté que estaba en peligro de perder mi propiedad y me estaban ayudando durante dos años, por lo que les agradezco mucho”, confesó don Aníbal.
En aquel momento, Madrigal ya estaba casado con doña Flor Hidalgo Solano y tenía 5 hijos. “Gracias a Dios, les pude dar el estudio y me siento muy feliz con mi familia. Mis hijos estudiaron en la Escuela Pedro Pérez y luego en el Liceo UNESCO y en el Colegio La Asunción”, agregó.
Hoy en día, don Aníbal vive en Barrio Santa Cecilia y cuenta con una pensión, también logró conservar su propiedad y no tiene deudas. No obstante, todos los días llega al centro de la ciudad, donde tiene un puesto de venta de lotería.
“Lo estoy haciendo porque me gusta trabajar, estar rodeado de muchas personas y conversar con mis amigos, lo mismo que hacer nuevas amistades. Esto es vida para mí”, destacó.
Una de las aficiones de don Aníbal, es tener una buena presentación y andar con un sombrero grande.
“Me gusta vestirme de camisas de manga larga, para protegerme del sol, ya que la salud es muy importante. Soy muy creyente en Dios, no tomo, no fumo y tampoco me gusta trasnochar. Me considero un buen esposo y una persona responsable”, comentó.
Como una de las anécdotas, Madrigal recordó que los propietarios del edificio donde se ubicaba el almacén donde él laboró durante tantos años, le dieron permiso para entrar al edificio a cualquier hora y también se lo dan los inquilinos actuales del inmueble, por lo que les visita con mucha frecuencia.
Hace un año don Aníbal tuvo que hacer frente a otra prueba de la vida, el cáncer de próstata. Sin embargo, se ha logrado recuperar con la ayuda de los médicos y la familia. A sus 71 años de edad, se siente muy feliz y realizado, resaltando que no tiene nada que reclamarle a Dios, ya que cumplió la misión con que llegó al mundo.