Prof. Fernando Herrera
Filólogo y editor
Conocerse a sí mismo es una condición básicapara superar nuestros errores, porque como humanos erramos, a veces más de la cuenta. Si nos miramos al espejo, y eso lo hacemos todos los días, advertimos cuánto envejecemos, las verrugas, las canas del mostacho o la huella de las “patas de gallo”. ¿Se conoce el costarricense a sí mismo? ¿Busca adquirir conciencia de sus malos hábitos? En este espacio de reflexión, lo utilizaré para echar una mirada a algunos de esos “terribles” mal-hábitos. Es prioridad en esta columnilla abrirle los ojos al tico, porque me temo que vive en un mundo de ilusión mediática, el mundo del espectáculo lo trae de cabeza y el fútbol no lo deja pensar.
Quienes mejor nos retratan, me parece, son los foráneos, porque ellos están libres de las lealtades tradicionales, los roles sociales, la idiosincrasia, el tabú y otros venenos de nuestra sociabilidad individualista. Un alemán que estuvo en Costa Rica en el siglo XIX, Wilhelm Marr, dejó esta estampa del tico que no ha perdido vigencia con los años. Al leerla dan ganas de reír y de llorar. Que la disfruten.
“…aunque también es cierto que la indolencia del costarricense desespera a menudo a los extranjeros. Un ejemplo entre muchos. Residiendo yo posteriormente en Punta Arenas, envié a decir al capitán de mi barco que hiciese cargar una lancha con fardos de zarazas inglesas, cuyo comprador aguardaba en mi casa. Esta lancha llegó a la “Punta” y vi que los marineros, después de embarrancarla en la arena, saltaron al agua y…se marcharon a sus casas. Irritado quise investigar el motivo de aquello. El caso era grave, porque la embarcación había quedado en la barra y, con el reflujo, las olas podían averiar todo el cargamento. La marea estaba alta todavía y bastaban unos cinco minutos de trabajo para llegar hasta muy carca de mi casa y sin necesidad de mojarse.
“Es tiempo de comer” exclamó el patrón de la lancha, paseándose tranquilamente en mi presencia con sus marineros. Por fortuna vino tarde la marea. Aquellas buenas gentes no habrían atrasado un minuto su comida”.
Frugal, aunque hubiesen traído en la lancha todos los tesoros del mundo” (destacado mío).
(Puede leerse el artículo completo en el libro de Ricardo Fernández Guardia, Costa Rica en el siglo XIX. Antología de viajeros, publicado por EDUCA en 1970, capítulo XI. Se seguro disfrutaran este retrato de familia).